El 13 de febrero de 2015, asistí al documental Girl Rising al Dodd Center a la Universidad de Connecticut. La película sigue la vida de nueve niñas jóvenes, algunas todavía chiquillas, de países como Afganistán, Nepal, Perú, Haiti, Etiopia, y Sierra León, entre otros. Los narradores detallan las dificultades que estas muchachas tienen que enfrentar para ser educadas, al mismo tiempo muestran los beneficios a toda la sociedad cuando las niñas son educadas y los hombres apoyan sus éxitos académicos. El domingo antes de ver el documental, vi un artículo en el periódico El New York Times sobre el matrimonio entre adoloscentes y niñas en Guatemala. El autor del artículo comentó sobre las consecuencias horrorosas sobre el matrimonio de las jóvenes que también fueron mencionadas en la película. Desde entonces, no he podido parar de pensar en la película o el artículo.
La realidad es que antes de comenzar a enseñar, había solicitado empleo a varias organizaciones sin fines de lucro porque quería usar el español para dar poder a la gente de comunidades en el mundo subdesarrollado. Yo había trabajado al lado de varias personas en México en una zona rural cuando tenía 19 años, y me encantó esa experiencia, hasta los momentos en que mi género me hizo sentir menos que segura. Años después, viajé a Chile y viví con personas que me compartieron las experiencias de vivir en el exilio durante la dictadura de Pinochet. Estas experiencias, y otras, me impresionaron mucho. Como resultado, solicité trabajo en varias organizaciones sin fines de lucro después de graduarme con una maestría en estudios internacionales con un enfoque en América Latina. Fue al incicio de los 90. Por la recesión económica, no pude encontrar ningún trabajo en tal organización. Por eso, y al azar, llegué a ser una maestra.
Desde el principio, negué enseñar en un vacío. Llevé a refugiados cubanos a mi aula en la escuela internada donde enseñaba. Organicé una donación de ropa y otras necesidades para los víctimas del huracán Mitch en Honduras. Cuando viajé con los estudiantes, insistí en visitar los orfanatos para jugar con los niños además de donar ropa, juguetes, y medicinas básicas. En los 1990s, mis estudiantes hablaron por teléfono con inmigrantes ilegales para aprender por qué cruzaron las fronteras y cómo era la vida en los Estados Unidos para ellos. Cada año, les animo a investigar las dictaduras latinoamericanas. También, año tras año, les hago entrevistar a amigos queridos que nos comparten sus historias (varios de ellos vivieron bajo estas dictaduras).
Mi esposo, Jason Courtmanche, y yo hablamos mucho sobre la educación. Él enseña inglés en la Universidad de Connecticut y muchos de sus estudiantes estudian para ser profesores. En el verano, Jason enseña a los maestros cómo enseñar a componer y leer, y el verano pasado me inscribí en su clase. Recibí una beca para participar en el instituto veraniego del Connecticut Writing Project para los profesores. Leímos mucho. Escribimos todos los días, y participamos en talleres de composición. Además, en los seguros confines de los aulas universitarios, charlamos sobre la enseñanza. Muchas de nuestras conversaciones se centraron en nuestras frustraciones de la educación de hoy en día. Hablamos de las disparidades, verdaderas y percibidas, en la educación local y extranjera.
Hasta cierto punto, durante el instituto, hablamos de la llamada a la acción por los líderes del National Council of Teachers of English (NCTE). En 2009, el NCTE instó a los miembros a abordar problemas de la justicia social en la educación. Los líderes de NCTE tomaron esta acción para empujar contra algunas de las reformas menos populares implementadas por los políticos, y con la esperanza de infundir más humanidad en un sistema cada vez más obsesionado con números y médidas. Un sistema que juzga a todos, los profes y los estudiantes, sólo con resultados mensurables. Esta llamada a la acción me inspiró, tanto como los sucesos recientes en la escuela donde trabajo.
Igual, no creo que mis preocupaciones sobre la educación son la única razón por la cual la película y el artículo me impresionaron tanto. Este año, todas mis clases menos una tienen un desequilibrio de géneros. Tengo una clase con veinte chicos y cinco chicas. En las otras clases, menos una, tengo una mayoría de estudiantes niñas con sólo uno o dos estudiantes niños. He estado tratando, muchas veces en vano, de inculcar mis lecciones con más lecturas, más composiciones (creativas) y más exposición de asuntos sobre la justicia social en el mundo. Siempre he compartido cuestiones de la justicia social con mi clase de español V, pero este año he hecho más esfuerzo para hacerlo con otras clases también. Y, quizás por esto, he encontrado que todos mis estudiantes este año se están considerando asuntos más importantes, más gravosos.
Me conmovió la desesperanza sincera sentida por mis estudiantes del último año del colegio mientras investigaban los abusos de los derechos humanos este año y su interés en su trabajo me animó a mostrarles el trailer al documental Girl Rising y de compartir el artículo sobre Guatemala con ellos. En el otoño, la clase de casi todas jóvenes (y un joven fantástico y paciente) debatió la violencia enactuada por algunos de los jugadores del National Football League mientras estudiaban Las aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y el cuadrángulo del amor entre Don Fernando, Dorotea, Luscinda y Cardenio. La clase también habló sobre sí o no Marcela fue culpable por la muerte de Grisóstomo porque él suicidió después de ser rechazado por Marcela (los estudiantes no le echaron la culpa a Marcela. Ahora leemos La casa de Bernarda Alba y los estudiantes ya están discutiendo varios aspectos de la obra y de cómo relacionarla con la sociedad de hoy en día.
Mientras pienso en la película y el artículo mencionados al inicio de este ensayo, no puedo dejar de pensar en cuán maravilloso es conversar sobre la literatura y la sociedad con mis estudiantes. Su interés inspira, y somos muy afortunados que, a pesar de muchas fallas en nuestro sistema educativo, tenemos la posibilidad de expresarnos sin miedo dentro de nuestros aulas y en sus propias comunidades. Creo que una de las ideas que me siguió molestando después del documental es que, para poder seguir su educación, y después encontrar mejores oportunidades del trabajo, muchas de las jóvenes en la película van a tener que salir de las comunidades en que crecieron. En algunos casos uno puede arguir que esto está bien, pero no creo que siempre lo es. Hasta hay países como España, Italia, y Grecia en que los jóvenes también enfrentan cifras altas de desempleo y cada día hay más de estos jóvenes deciden buscar trabajos al extranjero. Sé que mis amigos en Italia se preocupan por esta realidad y por sus hijos. Mi esposo y yo también entendimos mientras nuestra hija italiana de intercambio, Maria, del año académico 2012-2013 ahora estudia a la Universidad de Cambridge en Kent, Inglaterra por esta misma razón. Será la primera en su familia de obtener un diploma universitario, y cree que hay que buscar un futuro lejos de su país amado por la falta de trabajos allá.
Escucho a mis estudiantes y los oigo hablar sobre los desafíos que tienen que enfrentar cada día. Escucho a mis hijos y medito sobre sus preocupaciones y sueños. Miré la película, y leí el artículo y pensé en los desafíos de todos. Pero, pocos de mis estudiantes se preocupan por lo precario que puede ser la vida y lo inalcanzable que puede ser la educación tales como son en la película o el artículo. Es por esta razón que es tan importante que los profesores les abran los ojos a los estudiantes para que estén conscientes de los apuros de otros y que tomen pasos para hacer el mundo mejor.
Para celebrar la Navidad de 2014, mis hijos usaron el dinero que habían ahorrado para mandar a una niña a la escuela con la ayuda de la organización Heifer International. Hace unas semanas, en vez de recibir regalos para su octavo cumpleaños, mi hija optó animar a sus amigos de hacer donaciones o a Heifer International, o el campamento The Hole in the Wall Gang, o a un refugio para animales domésticos. Aunque sólo tiene ocho años, comprende la necesidad de dar a los menos afortuandos.
La realidad es que Girl Rising nos hace preguntarnos tanto que nos llena con la esperanza. La realidad es que la educación es potente, y aunque dije muchas veces, “Nunca voy a ser maestra” esto es lo que llegué a ser. La realidad es que me contrataron para enseñar español e italiano. La realidad es que espero enseñar mucho más que esto.
https://www.youtube.com/watch?v=BJsvklXhYaE Girl Rising Trailer
https://www.youtube.com/watch?v=N_HgVMyaBO8 Senna update Girl Rising
http://nyti.ms/1Ij7EOD New York Times article “Child, Bride, Mother”
http://www.ncte.org/cee/positions/socialjustice NCTE CEE Position Statement : Beliefs about Social Justice in English Education
http://www.heifer.org/ Heifer International
http://www.moonjar.com/ “Piggy banks” divided into Save, Share, Spend
Otros blogs sobre la educación:
http://usedbooksinclass.com/ Used Books in Class: because reading makes us human
http://jasoncourtmanche.blogspot.com/ The Write Space: a blog for teachers and writers